21/9/12

Los inconsolables, de Kazuo Ishiguro


Hasta hace un mes, más o menos, consideraba Los inconsolables, de Kazuo Ishiguro como una de las grandes novelas de finales del siglo XX que, además, estaba injustamente olvidada. Aquellos textos, aquellas novelas que nos impresionan, crecen en nuestra memoria con el paso del tiempo. Nosotros también cambiamos, nos trasformamos en otros, acumulamos lecturas, sabemos más o somos más idiotas, pero ya no somos los mismos. El texto, la novela, permanece inalterable. 

La relectura de Los inconsolables me está produciendo cierta irritación. 

Una entrada en Lector-Malherido me ha recordado la influencia de Musil, de su Hombre sin atributos, en la novela de Ishiguro. Leed y volved: # escritor [gran] 

Volvamos a Ishiguro: 
-Pensaré detenidamente en su ofrecimiento (…) Pero no puedo evitar pensar que me está confundiendo con alguien que ciertamente no soy. Lo digo porque el mundo está lleno de individuos que se creen genios de un tipo o de otro, cuando en realidad no se distinguen sino por una colosal inepcia para organizar sus propias vidas. 

Este fragmento de uno de los parlamentos de Ryder, narrador y protagonista de Los inconsolables, junto al texto de Musil, concretan las principales características de la novela, sustituyendo “escritor” del texto de Musil por “pianista” profesión en la que destaca (es un genio) Ryder. 

A estas dos condiciones se les une el particular solipsismo propio de los narradores de Ishiguro y la continua mutación de las condiciones del entorno. Ryder parece llegar a una ciudad centroeuropea en el que nadie le conoce a dar un concierto, sin embargo, para desconcierto del lector, encontrará en ella a su mujer y a su hijo, a amigos de la infancia, a muchos conocidos. A todos ellos, en principio Ryder no los reconoce. Cada uno de los personajes con los que se encuentra y le narran alguna peculiaridad de sus vidas, a veces de forma inconsistente con la narración pues es Ryder, sin conocer en principio a esa persona, quien nos explica cosas sobre esos personajes, le arrastrarán por una laberíntica ciudad a presenciar y participar en acontecimientos que perturban el programa de actos planificado por la organización, programa que Ryder desconoce. Ryder es arrastrado a coches que le llevan por carreteras a lugares lejanos fuera de la ciudad a la que se vuelve atravesando una puerta y recorriendo un pasillo. Y al igual que los espacios mutan y se reconstruyen plegándose sobre sí mismos, el carácter de Ryder cambia según con quien se encuentre en cada momento. Como en el texto de Musil debe causar la impresión de que representa una fuerza de conciencia digna de consideración, pero, en el caso de Ryder siempre es el exceso o la incompetencia de sus actos lo que prevalece. Y a pesar de esa conducta que recorre todos los planos posibles desde la soberbia a la estupidez, narradas en primera persona por Ryder, este siempre tiene razón y no es capaz de contemporizar sus actos o contemplarlos desde fuera. Esa es la principal característica de los narradores de Ishiguro. 

Todos estos datos que constituyen una especie de resumen de la novela de Ishiguro es lo que permanece en el tiempo tras la lectura. Son las condiciones óptimas para que Los inconsolables sea recordada como una gran novela, un excesivo ejercicio narrativo con restrictivas condiciones. El tipo de novela que me suele gustar, que suelo destacar. 

Hace tiempo que quería releerla. Ahora lamento haberlo hecho. 

Porque en una primera lectura lo que impulsa al lector a seguir adelante es saber si van a resolverse la multitud de enigmas que se plantean a lo largo de la narración, si todo el texto tiene más sentido que el desquiciado relato solipsista y egoísta de un narrador insensible y desubicado de la realidad. Conocer el gran secreto de la novela, su final en un tranvía que realiza un trayecto “circular”, saber de antemano en la relectura que ese gran secreto es la ausencia de secreto, hace que el regreso a Los inconsolables sea decepcionante. E irritante. 
Me gustaría recuperar la sensación tras la primera lectura. En la relectura, la intriga por saber dónde nos llevará el relato de Ryder, se ve interrumpida por los relatos de los personajes que se cruzan con él. Ishiguro lleva hasta el límite la arrogancia solipsista del narrador. Nunca es sus anteriores novelas a esta (Un artista del mundo flotante o Los restos del día) la dicotomía entre narrador y los otros es tan grande. La brecha existente entre lo que Ryder cuenta y lo que los demás le cuentan a Ryder es abismal en términos narrativos ya que, en cierta manera, no aportan nada al misterio que el lector quiere resolver en torno a la personalidad del narrador. Conociendo el truco de la novela, es decir, que no hay truco, los parlamentos de los otros personajes son tan intrascendentes como molestos, en la medida que no desarrollan la historia de Ryder, sino que la entorpecen. 
Pero esto no es un defecto narrativo. Es la base del enorme ejercicio narrativo que nos propone Ishiguro. El laberinto de Ryder es un reflejo de la cotidianeidad de la vida, la mayor parte de ella irrelevante y repetitiva. Continuamente somos asaltados por historias que ni nos incumben ni nos interesan, y aunque podemos reaccionar de una manera o de otra ante ellas, la verdad es que esas historias no forman parte de nuestra vida. 
Así pasa con Los inconsolables, un experimento extremo que se colapsa por sus propias condiciones, una narración que intenta explotar el sentimiento de cómo continuamente nos asaltan historias triviales y ajenas que no podemos manejar, una novela que intenta exponer las molestas injerencias que sufrimos en nuestro día a día y que acaba convirtiéndose en un relato molesto. Es decir, es una gran novela y es una novela pesada. 

Me fastidia tener esta relación con una novela que debería apreciar, que apreciaba tanto hasta hace un mes, más o menos.

8 comentarios:

Lula dijo...

Pues no te digo si relees Enid Blyton...

Fuera coñas, esa sensación la hemos tenido todos alguna vez, y sí, jode mucho.

Besos de robot

Portnoy dijo...

Releer a Enyd Blyton me parece una de las ideas más perversas que he oído en mucho tiempo.
:-)

Anónimo dijo...

Gracias por contarnos el final sorpresa a quienes no lo habíamos leído.
Rigodón

Anónimo dijo...

Mi falta de memoria y de método me ahorran ese tipo de decepciones, porque con el tiempo recuerdo pocas cosas de lo visto o leído, con una particular facilidad a olvidar finales. En cualquier caso, me ha picado el gusanillo de lees Los inconsolables pese a saber de antemano que su gran secreto es la ausencia de secreto.
Abrazos,

Jorge dijo...

Justo estoy yo ahora con "Los inconsolables": es la única de Ishiguro que me queda por leer. Cabe decir que el primer párrafo es aplicable también al mayordomo Stevens, al pintor Ono o al detective Christopher Banks. Todo personaje del autor
(quitando quizá a Etsuko, de "Pálida luz sobre las colinas") cree ser "el mejor en lo que hace", que diría Lobezno.

Anónimo dijo...

Releer Enid Blyton?Joder, ni en un millón de siglos se me hubiera ocurrido. Aún tengo edad como para no releer, pero cuando lo haga, no será Enid Blyton, eso fijo, jajaja.

Anónimo dijo...

Más quisiérais vosotros que escribir como Enid Blyton...

Ignacio Ferrando dijo...

No estoy exactamente de acuerdo con el hecho de que las historias que refiere Ryder sean arbitrarias o poco trascendentes (eso convertiría la novela en una escombrera de anécdotas). En mi opinión, todos y cada uno de los personajes con los que se topa, tiene que ver con su biografía pasada o futura. Así, por ejemplo, el pianista Hoffman representa al músico que será Ryder: un músico tan virtuoso que solo es entendido por los especialistas pero "despreciado" por el público en general (de hecho, el final con el fontanero en el autobús circular, es una tentativa de romper con esta dinámica de la cultura, que solo le llevará a la incomprensión, y refugiarse en personas con "las que puede hablar). Mientras que el joven Stefan representaría al músico que fue hace años, poco dotado y, de algún modo, el hazmerreír incluso de sus propios padre, pero que, a base de constancia y ejercicio, logra tocar piezas inusualmente complejas. Y, por supuesto, lo mismo sucede con Sofía y su hijo (con el que trata de recuperar el contacto a través del paseo en el "lago artificial" por más señas) y que el autor presenta explícitamente (para mí aquí está el principal pero a la novela, que la hace un poco confusa "antes de tiempo") como a su hijo y su mujer. Así podemos entender la novela como una autobiografía del músico-novelista-artista y de su necesidad de romper con la dinámica de la cultura como paliativo vital (al menos es lo que parece plantear el final).
Solo por aportar algo, creo que sustancial, a tu estupendo análisi.