9/2/14

Apostillas a The Killers, de Hemingway, Borges y Siodmak

Establezcamos primero la cronología:

The Killers es un relato de Ernest Hemingway. Apareció publicado por primera vez en 1927 en Scribner's Magazine
The Killers, basada en el relato de Hemingway, fue estrenada en 1946, dirigida por Robert Siodmak, con guión de Anthony Veiller y, al parecer, John Huston y Richard Brooks. Sus principales intérpretes fueron Ava Gardner, Burt Lancaster y Edmond O'Brien.
La espera, es un relato de Jorge Luis Borges “contenido” en El Aleph
En el año 2004, David Foster Wallace publica su reseña Borges en el diván, una crítica a la biografía escrita por Edwin Williamson, Borges: A Life.
No hace mucho publiqué en el blog un texto sobre la película de Siodmak, centrándome en la peculiaridad, poco común, de mostrar a los personajes de espaldas.


La lectura de la reseña de Wallace, contenida en En cuerpo y en lo otro, con traducción de Javier Calvo, me ha hecho entender alguna cosa que se me escapó cuando hablé de la película.

La espera, un maravilloso relato breve que aparece en El Aleph (1949), está escrito en forma de homenaje múltiple a Hemingway, las películas de gansters y el submundo de Buenos Aires. Un mafioso argentino, mientras permanece escondido de otro mafioso y usando el nombre de su perseguidor, sueña tan a menudo con la aparición de este en su dormitorio que, cuando por fin los asesinos se presentan allí, él…


Con una seña les pidió que esperaran y se dio vuelta contra la pared, como si retomara el sueño. ¿Lo hizo para despertar la misericordia de quienes lo mataron, o porque es menos duro sobrellevar un acontecimiento espantoso que imaginarlo aguardarlo sin fin, o -y esto es quizá lo más verosímil- para que los asesinos fueran un sueño, como ya lo habían sido tantas veces, en el mismo lugar, a la misma hora?


Bien, algún circuito se conectó en mi cabeza después de tantos años (tantos años que hace que YA no leo a Borges) cuando leí “se dio vuelta contra la pared”. Me pregunté, ¿El Sueco se da la vuelta contra la pared? Volví al relato de Hemingway:

Nick opened the door and went into the room. Ole Anderson was lying on the bed with all his clothes on. He had been a heavyweight prize-fighter and he was too long for the bed. He lay with his head on two pillows. He did not look at Nick.

                    ‘What was it?’
                    ‘I was up at Henry’s,’ Nick said, ’and two fellows came in and tied up me and the cook, and they said they were going to kill you.’
          It sounded silly when he said it. Ole Anderson said nothing.
                    ‘They put us out in the kitchen,’ Nick went on. ‘They were going to shoot you when you came in to supper.’
         Ole Anderson looked at the wall and did not sat anything.
                    ‘George thought I’d better come and tell you about it.’
                    ‘There isn’t anything I can do about it,’ Ole Anderson said.
                    ‘I’ll tell you what they were like.’
                    ‘I don’t want to know what they were like,’ Ole Anderson said. He looked at the wall. ‘Thanks for coming to tell me about it.’
                    ‘That’s all right.’
          Nick looked at the big man lying on the bed.
                    ‘Don’t you want me to go and see the police?’
                    ‘No,’ Ole Anderson said. ‘That wouldn’t do any good.’
                    ‘Isn’t there something I could do?’
                    ‘No. There ain’t anything to do.’
                    ‘Maybe it was just a bluff.’
                    ‘No, it ain’t just a bluff.’
          Ole Anderson rolled over towards the wall.
                    ‘The only thing is,’ he said, talking towards the wall, ‘I just can’t make up my mind to go out. I been in here all day.’
                    ‘Couldn’t you get out of town?’
                    ‘No,’ Ole Anderson said. ‘I’m through with all that running around.’
          He looked at the wall.
                    ‘There ain’t anything to do now.’
                    ‘Couldn’t you fix it up some way?'
                    ‘No. I got in wrong.’ He talked in the same flat voice. ‘There ain’t anything to do. After a while I’ll make up my mind to go out.’
                    ‘I better go back and see George,’ Nick said.
                    ‘So Long,’ Said Ole Anderson. He did not look towards Nick. ‘Thanks for coming around.’
          Nick went out. As he shut the door he saw Ole Anderson with all his clothes on, lying on the bed looking at the wall.



A diferencia de los relatos de Hemingway y Borges, obviamente conectados (no puedo evitar incluir una Nota a este comentario) en la película de Siodmak, El Sueco, aunque en principio oculto en las sombras de la habitación en la que ha decidido esperar a la muerte tumbado en un camastro, finalmente sale a la luz (el rostro de Lancaster) y espera a sus ejecutores mirándoles a la cara.
Lo que relaciona a La espera y a la película de Siodmak es su pretensión de “completar” el relato de Hemingway. No voy a volver aquí a comentar lo sobrevalorado que me parece el escritor estadounidense, ni a repetir mis opiniones negativas sobre los relatos dialogados, pero si algo tiene de bueno The killers de Hemingway es su incompletitud, su cualidad de fragmento de un suceso más extenso del que nada sabemos. Borges intenta meterse en la piel de su particular Sueco a través de temas que identificamos como propios de él. Veiller, el guionista de la película, transcribe en los siete primeros minutos de la película el relato de Hemingway. A partir de ahí, a través de un entramado que, como comenté, bebe de Ciudadano Kane, y en cierta manera de Perdición de Wilder, ya que la investigación sobre los motivos de la muerte de El Sueco la lleva a cabo un agente de seguros, la historia de Veiller toma los derroteros del cine negro clásico (de hecho The Killers-Forajidos ES un clásico) intentando justificar los hechos que llevan a la muerte de nuestro héroe (¿acaso en el relato de Hemingway El Sueco puede considerarse un héroe?: No) y al ajusticiamiento de los criminales (los asesinos del título, y también la organización de la que son ejecutores) siguiendo el precepto del Código Hays: “No se autorizará ningún film que pueda rebajar el nivel moral de los espectadores. Nunca se conducirá al espectador a tomar partido por el crimen, el mal, el pecado”. Así, El Sueco, un personaje ambiguo, o directamente sin calificar moralmente en el relato de Hemingway, deviene en el héroe moral, junto al agente de seguros que se encarga de “resolver” el caso. Pero el hecho que le convierte en héroe, lo que impulsa a O’Brien a investigar, es algo tan baladí y en cierta manera tan inverosímil, que uno se pregunta dónde reside la consistencia del guión. Estamos pues ante una película sólida y contundente, una maravilla de producción que parte de un breve relato, pero cuya continuidad reside en un hecho increíble (la beneficiaria de una póliza de seguros), pero que permite a la historia adaptarse al Código.
Lo que me pregunto es si es esta inconsistencia argumental, que no impide que el desarrollo de la película sea impecable, la que hace que Siodmak tome la decisión de mostrar continuamente a sus personajes de espaldas como pretendiendo recalcar la cualidad de impostura de toda la historia.







Nota: “obviamente conectados”… me pregunto si la viuda-albacea-loquesea de Borges, tan puntillosa en cuanto a todo aquello que suponga una reescritura de la obra sobreregistrada del escritor argentino, lo es también respecto a las “apropiaciones” que realizó éste en toda su obra.

1 comentario:

Sonia Aguirre Duque dijo...

Parece que todos estamos conectados. Hasta los genios.
Interesante análisis,